La Costa Dálmata, del emperador a Juego de Tronos
Este viaje recorre la costa de Croacia desde Split, el refugio del emperador Diocleciano y escenario clave de “Juego de Tronos”, hasta Zadar, la ciudad con la mejor puesta de sol del mundo, según Alfred Hitchcock, pasando por la veneciana Sibenik y el fotogénico Parque Natural de Krka. Cerca de ellas, islas paradisíacas y playas hermosas para descubrirlas en barco.
Split, la segunda ciudad más poblada de Croacia tras la capital, Zagreb, es un excelente punto de partida para iniciar la ruta que parte a las islas más atractivas de Dalmacia, a Zadar y a tres importantes Parques Nacionales: Krka, Kornati y Paklenika. Protegida de los vientos del norte por la montaña Kozjan Mosar y de los del sur por el cinturón de islas próximas que presiden Vis, el paraíso del atún, y Brac, la gran cantera de piedra blanca, Split ya fue descubierta en el año 305 d.C por Diocleciano. El emperador romano decidió levantar en el corazón dálmata su residencia de descanso. Fue, para algunos, el primer jubilado de la historia (en aquella época casi todos los emperadores morían asesinados o envenenados).
Diocleciano sorprendió a sus contemporáneos abandonando el poder y retirándose a este lugar, muy próximo a Salona, su lugar de nacimiento, para pasar los últimos once años de su vida retirado de la vida pública. El emperador falleció a la edad de 82 años disfrutando de los placeres de la vida y de los magníficos apartamentos de un palacio, el de Split, que conserva un 33 por ciento de lo que ocupó en su época de esplendor. Unos apartamentos que son hoy parada y fonda para tomar una cerveza con el mejor jamón del país en una taberna que lleva el nombre, cómo no, de Diocleciano. El famoso emperador romano no se equivocó en su elección. Su palacio, lo que queda de él, sigue siendo la gran atracción de los visitantes, que admiran todo lo que encierran los 28.000 metros cuadrados de este histórico edificio, un curioso recinto que sigue siendo habitado por poco más de 1.500 vecinos, además de ser uno de los escenarios clave de la serie Juego de Tronos.
En este laberinto de rincones y edificios históricos, lo mismo se puede admirar la catedral de San Duje, custodiada por una pareja de soldados romanos, que un mercado de pescado tradicional al aire libre que se convierte después del mediodía en un recomendado restaurante sin moscas, pasando de uno en uno por la callejuela Pusti Me Proc (“Déjame pasar”) considerada la más estrecha del mundo.
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Museos, canciones y fruta
Ese casco histórico y la manera de vivir de sus habitantes es el que cautiva a los turistas que se agolpan para empaparse de su historia y asomarse a sus museos, galerías e iglesias... Museos como el de la ciudad, donde admirar objetos del emperador, e iglesias como la diminuta de San Martín, situada en un espacio casi inverosímil de la Puerta de Oro que preside en el exterior del recinto la Estatua del Obispo. Ese pequeño templo está habitado por cuatro monjas benedictinas, casi centenarias, que no quieren abandonar por nada del mundo su minúsculo reino de Cristo y lo enseñan con orgullo y cariño. No se puede abandonar Split sin tomar una cerveza o una copa en el peristilo de la catedral, muy cerca del vestíbulo del emperador, donde ahora los recién casados protagonizan su primer reportaje fotográfico tras el enlace, a la par que escuchan algún tema musical a capela, otra tradición de estas tierras. Ni tampoco sin pisar la plaza de las Frutas, presidida por Marko Masulic, el Cervantes croata, o sin tomar un café en la Piazza del Pueblo. Eso por no hablar de un recorrido por el barrio judío, que fue en su tiempo el segundo más grande de Europa, con muchos hombres y mujeres que habían residido en España. Ahora en este enclave se puede encontrar el Concilio Islámico de Split junto a la vía Rodrigina Ulice. También se pueden visitar los subterráneos del palacio, salvados milagrosamente por haber sido la cloaca de la ciudad.
Una buena sugerencia previa al adiós a Split y su bello puerto repleto de barcos de recreo y cruceros pequeños para descubrir las islas de Hvar, Korcula o Mljet, es acercarse a la isla más próxima, Brac, famosa por su cantera de piedra y sus ovejas, tantas como su población: 14.500. Se dice que una gran parte de Venecia se levantó con las piedras de esta isla y que la Casa Blanca de Washington también las luce en su fachada. Además, es posible bañarse en la playa más simbólica de Croacia: la playa de Bol. También se le llama cuerno de oro o punta dorada por su extraña y variable forma. Según la marea, puede alcanzar una longitud de 500 metros mar adentro. Este mágico rincón para el baño suele estar bastante concurrido, con embarcaciones de recreo que atracan en estas limpias aguas. Y si la opción elegida es no tomar un barco, vale la pena conducir hasta la histórica villa de Trogir, la ciudad medieval más antigua del Adriático, para admirar dos joyas de su casco viejo: la catedral, custodiada por dos leones de piedra y las estatuas de Adán y Eva, y la iglesia de San Salvador, con su gigantesco reloj.
Tomando rumbo hacia la costa norte y su tesoro más oculto, la medieval Sibenik, la aparición de la silueta de Primosten, una antigua isla conectada por un puente y convertida hoy en una península, obliga a desviarse de la carretera nacional costera. La llamada ciudad de playas, tierra del vino rosado babic, es un destino vacacional de primera gracias a la playa de Raduc, restaurada y modificada hace tres años, su hotel de referencia, el Complejo Zora, y un night club, el Aurora, situado estratégicamente en un bosque de pinos para admirar las siete islas que rodean a este encantador rincón de la costa croata. Espera en el camino Sibenik, la ciudad más antigua de la costa adriática. Fue fundada por los croatas en 1066 y hoy es la capital turística de la región del mismo nombre, con 110.000 habitantes y solo 2.000 en su casco viejo, protegido por la Unesco desde el año 2000, al igual que su espléndida catedral de piedra dedicada a Santiago. Este edificio no fue construido a la antigua usanza sino que fue montado mediante la unión seca de elementos de piedra tallados a medida. Por eso la configuración del volumen exterior se corresponde con el espacio interior y no hay otro monumento arquitectónico con el que pueda ser comparado. En el templo, ideado por Jurac Dalmainac (Jorge de Dalmacia), llama la atención la mezcla de los estilos gótico veneciano, gótico florido y renacentista, con una atracción excepcional que se puede encontrar en el baptisterio y fuera de él, en el ábside: los 72 retratos en piedra de personas comunes que reflejaban el nuevo espíritu humanista de la cultura europea en los siglos XV y XVI.
Las cascadas de Krka
En esos siglos, e incluso en el XVII, se forjó el aspecto actual de este Sibenik rico entonces por el comercio de sal, vino, la navegación y los molinos del río Krka. Ahora quienes la visitan admiran su ayuntamiento, plazas renacentistas como la de San Nicolás, sus iglesias y la fortaleza de San Miguel. El camino por la ciudad vieja resulta a veces agotador, pues hay que subir cientos de escalones, pero es la forma de descubrir sus rincones secretos y llenos de encanto. Desde Sibenik lo más recomendable es realizar una excursión a las cascadas del Parque Nacional de Krka o, si se prefiere, tomar un barco para adentrarse en el Adriático más tentador por el Parque Nacional Kornati. Aseguran los defensores de este archipiélago que es el rincón más hermoso de la costa adriática por sus 89 islas casi deshabitadas y sus centenares de coronas, barreras tectónicas que surgen desde cientos de metros de profundidad y se elevan más de 80 metros. Son en realidad fracturas de la corteza terrestre formadas tras el impacto de las placas tectónicas africana y euroasiática. El acceso a este archipiélago se realiza normalmente desde Vodice o desde Murter, y lo que más sorprende durante la visita son los olivos y las ovejas. Antes de la II Guerra Mundial se censaron 30.000 ejemplares, pero ahora no rebasan los 3.000 en un área marina desolada visualmente, donde no llega la electricidad, sustituida por los modernos paneles solares, y donde está prohibida la pesca.
El renacimiento de Zadar
La ruta por este Adriático embriagador termina en Zadar. Zadar fue una ciudad magnífica, como lo atestigua la iglesia de San Donato, su icono durante siglos, un excepcional ejemplo prerrománico del siglo IX, pero la ciudad quedó arrasada en la II Guerra Mundial y enormemente dañada durante la guerra serbo-croata. Paula Padovan, nuestra guía en la ciudad y profesora de oficio, no puede evitar la emoción al recordar el terrible asedio a la ciudad. “En Zadar llegamos a estar 106 días seguidos sin luz ni agua, durmiendo con los ojos abiertos, con un miedo atroz, hambrienta en muchas ocasiones y siempre pendiente de las bombas. A pesar de ello seguí dando clases en el colegio cuando podía, mientras mi madre abría su supermercado un par de horas al día”. Sus palabras suenan pausadas pero de manera contundente muy cerca del hotel Kalovare, famoso en Zadar porque acogió a la familia del futbolista del Real Madrid Luka Modric durante el sangriento conflicto civil, cuando perdió todo lo que tenía tras los bombardeos en un pueblecito muy próximo a Zadar. Hoy el centrocampista croata es un héroe en su país.
En la actualidad, Zadar se ha recuperado de su doloroso pasado histórico. En 2016 recibió el título de Mejor Destino Europeo, otorgado por el organismo European Best Destinations, y ahora presume de su animada vida nocturna y de sus bellas puestas de sol, que se pueden disfrutar en la punta de la Riva, el paseo marítimo de la ciudad, haciendo caso de una célebre frase que pronunció el director de cine Alfred Hitchcock durante una visita a la ciudad en el año 1964. El rey del suspense aseguró entonces que no había presenciado un atardecer más hermoso en el mundo como el de Zadar y ahora, en ese mismo punto, los responsables del turismo local han instalado un par de atracciones que combinan la originalidad con el misterio del famoso realizador británico. Son el Órgano Marino, cuyo funcionamiento se produce gracias al movimiento de las olas del mar que empujan el aire a través de 35 tubos provocando sonidos tan relajantes y diferentes que pueden llegar a confundirse con los de una ballena próxima, y el Monumento al Sol, un espectáculo de luz y sonido que surge desde una superficie circular de 22 metros formada por más de 300 paneles solares que absorben la energía del astro rey durante el día y la transforman al caer la noche en un increíble juego de luces. Ambos son obra del artista croata Nikola Basic, que las realizó en 2005 y 2007, respectivamente. Al noreste de Zadar, hay que realizar una excursión imprescindible al espectacular Parque Nacional de los Lagos de Plitvice.
Krka, el vergel del Adriático
Krka, Parque Nacional desde el año 1985, se extiende sobre 109 kilómetros cuadrados en los que se convierte en un auténtico vergel con once lagos, siete grandes cascadas de travertino y un monasterio benedictino en una pequeña isla del río Krka. Aquí se encuentra la espectacular cascada Skradinski Buk, quizás la más fotografiada de la zona. En este salto de agua los visitantes se pueden bañar, aunque solo en la zona delimitada por seguridad con boyas. A partir de ese punto hay que cruzar una larga pasarela, ideal para tomar fotografías y para seguir disfrutando del paisaje entre una frondosa vegetación y un puñado de miradores a lo largo del río que permiten disfrutar de las mejores vistas del parque. Hacia la mitad del sendero, que se puede recorrer en una hora, se levantan unas pequeñas construcciones que recrean el modo de vida en la zona que practicaban sus antiguos pobladores, trabajando el hierro o tejiendo ropas y trajes típicos.
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