lunes, 28 de agosto de 2017

CIVILIZACIONES ANTIGUAS. El Calendario

El calendario. Su evolución hasta nuestros días.

Desde tiempos remotos, la humanidad se ha preocupado por la medición del tiempo. Para fines de organización de las labores agrícolas, sociales y hasta políticas de las distintas sociedades.

Existen antiquísimas referencias literarias que van desde los sumerios. Babilonios. Etruscos. Egipcios, chinos y celtas. Que narran la división del tiempo en periodos conocidos como días, semanas, meses y años.

Algunas de estas viejas civilizaciones, ya manejaban conceptos muy precisos de fragmentación, respecto a los intervalos denominados minutos y segundos.

En la actualidad, el calendario que rige al mundo, por lo menos en todas sus zonas occidentalizadas, es el gregoriano. Instituido en 1582, por el papa Gregorio XIII. Y que reemplazó al calendario Juliano. Instaurado por Julio César, en el año 46 a. C. Todo con la finalidad de eliminar los desfases de fechas, surgidos tras el primer concilio de Nicea y que se contraponían con las celebraciones clericales más importantes.

España, Portugal e Italia, fueron los primeros países en adoptar y oficializar el calendario gregoriano, el mismo año de su instauración. Sin embargo, como dato curioso, otras naciones como Gran Bretaña y sus colonias, no lo adoptaron hasta 1752. Siendo la República Popular de China, la última nación en instaurarlo, en 1949.

El reloj de arena

Pero la historia del calendario va más allá de la simple designación de nombres de los días y los meses. Fue necesario el análisis de grandes matemáticos y científicos, para depurar información y conocer a detalle que la tierra tarda 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos en completar una vuelta alrededor del sol.

Los primeros calendarios se diseñaron basándose en la observación del movimiento del sol y de la luna. De ese modo se establecían, con relativa buena precisión, las fechas o temporadas más adecuadas para determinadas cosechas, crecidas de ríos. Llegada de la estación de lluvias o periodos invernales. Conforme evolucionaron las conductas sociales de las primeras civilizaciones, los calendarios también sirvieron para fines económicos y políticos.

Se marcaron fechas concretas para el pago de impuestos o para la renovación de parlamentos en localidades con sistemas democráticos. Incluso existen evidencias escritas  en tablillas de arcilla, que indican que algunas culturas determinaban épocas de año permitidas para contraer nupcias o para la cacería de ciertas especies. Realizar dichas actividades fuera de “temporada”, implicaba severas sanciones para quienes desobedecían estas reglas.

Conforme el desarrollo de actividades científicas y culturales fue evolucionando, se dio paso a mejores formas de medición y comprensión del tiempo. La humanidad fue adecuando sus calendarios y sus aplicaciones. Por ejemplo, los egipcios manejaban ceca de 380 tipos diferentes de calendarios. Algunos diseñados exclusivamente para conceptos agrícolas o abastecimiento de bodegas de grano. Así como para la importación de artículos de otras regiones. Otros eran de tipo religioso o místico y marcaban las fechas en las que se debían realizar festividades dirigidas a una deidad o a la observación de constelaciones astrológicas.

Calendarios egipcio y cretense

La arqueología ha descubierto para el mundo, vestigios del dominio en sistemas medición que las antiguas civilizaciones alcanzaron. Y es sorprendente el nivel de ingenio e innovación, que muchos de dichos sistemas presentan, tomando en cuenta que prácticamente no contaban con instrumentos para esos fines.

Si tomamos en cuenta que un número importante de registros ancestrales, sobre medición del tiempo y calendarios, sobrevivieron hasta nuestros días toda vez que fueron elaborados en piedra o arcilla, comprenderemos las dificultades tecnológicas de dichas épocas. Nos referimos a un grupo de observadores y científicos de antaño, que tuvieron que realizar sus cálculos sin ordenadores o aparatos sofisticados. Lo increíble es que, pese a esto, alcanzaron asombrosos niveles de precisión.

Mencionemos un calendario egipcio que data del tres mil años antes de Cristo. Se le conoce como el primer calendario solar formal de la historia. Presenta una medición del movimiento de traslación de la tierra, alrededor del sol, de 365 días, 5 horas y 46 minutos. Lo que lo convierte en el calendario más exacto de la antigüedad, pues tiene un error de medición de solamente 2 minutos y 45 segundos.

Sin los aparatos astronómicos modernos, haber medido con esa exactitud el tiempo que le lleva a la tierra, darle una vuelta completa al sol, es sin duda un logro asombroso. Aunque debemos mencionar que los egipcios eran tan inteligentes que decidieron establecer su calendario de 365 días y cada cuatro años, agregaban un día extra al ciclo. Para ajustar las casi 24 horas adicionales, resultantes de la suma de las horas y minutos desfasados.

Relojes de medición lunar (Escocia) y solar (Roma)

El tiempo y su medición han sido muy importantes para la humanidad desde sus más antiguas civilizaciones. Gracias a conceptos como el tiempo, el hombre ha desarrollado infinidad de tecnologías aplicables a cientos de aspectos del quehacer humano.

Sin embargo, ni siquiera los calendarios más sofisticados de nuestros ancestros, eran suficientes para asistir a las personas en todas sus actividades cotidianas. Aunque ya se conocía la duración de los días, muchas veces era necesarios fraccionar el tiempo de una jornada en medidas más pequeñas para determinar ciertas circunstancias.

Por ejemplo, la necesidad humana dio paso al desarrollo de la clepsidra. Un rudimentario pero muy eficiente reloj de agua, que se utilizaba para medir periodos cortos de tiempo. Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en su estricta finalidad, algunos aseguran que dichos relojes eran utilizados por las prostitutas de épocas muy remotas para contabilizar el tiempo que otorgaban a sus clientes.

Clepsidra y reloj de bolsillo antiguo

La necesidad de medir periodos cortos de tiempo, inspiró a pensadores y científicos de la antigüedad. Gracias a ellos, se dieron los primeros pasos para el desarrollo actual de instrumentos muy precisos de medición.

Se trataba de una pequeña vasija de arcilla cocida o de metal, con una pequeña perforación en el centro. Esta era puesta en la superficie del agua contenida en un recipiente más grande. A medida que el agua entraba por la perforación, se iba llenando, hasta que estaba colmada y caía al fondo. El ruido producido al chocar contra la base del contenedor grande, indicaba el fin de la sesión. Había cuencos pequeños de diferentes capacidades, y se utilizaban según la cantidad de dinero que pudiera pagar el cliente.

Más allá de afirmar que la clepsidra, fuera utilizada con esos fines, no podemos negar que es un invento muy ingenioso por combinar simpleza y eficacia.

Calendarios romano, 1811 y actual.

Las sociedades modernas, no sienten ya ningún asombro al observar un calendario de nuestros tiempos. Sin embargo, no debemos olvidar que el desarrollo de los calendarios, ocupó mucho tiempo de investigación, hasta llegar a la exactitud que hoy conocemos.

Hoy en día, existen calendarios para cientos de propósitos. Desde actividades deportivas, hasta campañas políticas y hasta para planear bodas o determinar periodos escolares. Sin embargo, el origen del calendario surge de la necesidad humana de dar al quehacer humano un orden respecto de las estaciones y el clima. Recordemos que en los tiempos más remotos, las culturas dependían de las lluvias o las mareas. De las épocas de anidación o de cosecha.

La invitación es en cuanto a la importancia que debemos otorgarle al tiempo. Una vez que hemos aprendido a medirlo y a aprovecharlo en nuestro beneficio, es relevante reconocer y atesorar el trabajo de investigación y desarrollo, que los ancestros nos legaron.

Para cualquiera de nosotros, portar un reloj en la muñeca o tener en una pared, uno muy bonito y elegante, cotidiano y sin mayor mérito. Pero sin la dedicada observación de antiguos pensadores, el tiempo y su entendimiento serían un asunto misterioso y complejo. De ahora en adelante recuerda esto. Posiblemente no vuelvas a mirar un calendario, con los mismos ojos.

 

 

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